lunes, 20 de abril de 2015

BRASIL: FLORIANÓPOLIS Y RÍO DE JANEIRO...EN CARNAVAL!

HOLA!! BEMVINDOS!!
Entramos en un nuevo país y uno de los más deseados del viaje: Brasil!! Y por qué tenía que ser Brasil y justo ahora? Porque es carnaval!! Los que me conocéis ya sabéis que amo el carnaval, así que siempre había sido uno de mis mayores sueños poder vivirlo en Brasil, la capital mundial de la samba y el carnaval. 

Desde Uruguay estuvimos montando la ruta, que no resultó nada fácil. Al ir buscando "hostels" descubrimos que, aparte de que muchos lo tenían todo reservado ya, los precios no es que se duplicaran, es que multiplicaban su valor por 6!! Así que un simple dormitorio compartido con 10 personas, que habitualmente costara 10 euros, para la temporada de carnaval costaba 60!! Y así todos los hoteles. Además, buscamos couchsurfers, escribimos a decenas y decenas de ellos, e incluso buscamos "Helpex" (trabajo a cambio de cama y comida), y todos estaban ocupados ya. Nos quedó claro que todo el que sabe que va a Brasil para carnavales, programa y reserva todo con bastaaaaante más antelación que nosotros. Nos dormimos en los laureles. Empezamos a ver que Brasil iba a ser la ruina, y estando ya en la fase final del viaje tampoco teníamos mucho dinero...así que estábamos bastante asustados y hasta un poco arrepentidos de haber decidido ir a Brasil para esa época. Pero no nos vinimos abajo y seguimos rebuscando más couchsurfers y enviamos la solicitud a más de 30; hasta que varios nos aceptaron!! Primero queríamos pasar unos días (la mitad del carnaval) en Florianópolis, que cae más cerca de Uruguay y nos lo habían recomendado, además de que nos aseguramos de que allí también se vive eufóricamente el carnaval.  

Florianópolis es como una isla, aunque no llega a serlo porque está conectada al continente por muy poquito trozo, pero funciona como isla ya que está rodeada de mar por todas partes. Llegamos tras 18 horas de bus, un bus en el que nos despertaron a las 5 de la madrugada con la excusa de que tenían que limpiar el baño (cuando íbamos a llegar al destino final en 3 horas más) y nos bajaron en un área de servicio que parecía un centro comercial..."Negocios" de los buses. Nada más entrar a Florianópolis con el bus ya se respira un cambio de país brutal: la humedad, el colorido, el color de piel de la gente, la manera de vestir, el paisaje...Qué emoción!! 

Quedamos con nuestro primer couchsurfer, Mario, un hombre de 50 años pero muy juvenil en todos los sentidos. Estaba cuidando la casa de un amigo millonario suyo, así que de no tener "hostel" o de vernos pagando 150 euros por noche, pasamos a estar alojados en una casa de un millón de euros...Y gratis!! Sorpresas del couchsurfing!! Lo que la casa estaba vacía porque estaba a la venta y nos tocaba dormir con nuestras esterillas en el suelo, pero en una habitación con aire acondicionado y jacuzzi para nosotros solos!!

 La primera tarde nos fuimos a caminar y a descubrir alguna playa; y el lugar nos encantó. Todo el mundo va con ese ritmo isleño, vestidos muy playeros, o en bañador directamente, la gente es sociable y simpática... Entre las muchas playas que hay allí para conocer, elegimos ir a la playa "Joaquina" por llamarse como mi abuela, y alucinamos con lo grande que era y la de dunas de arena blanca gigantes que tuvimos que caminar para llegar hasta allí... Lo malo es que tal cual llegamos a las dunas empezó a chispear y en pocos minutos cayó un diluvio universal que duró todos los días que estuvimos en Florianópolis (desgraciadamente).


























Desde casi todos los miradores de Floripa (como se le llama coloquialmente), se pueden ver los cerros verdes, lagos y entradas de agua que hace el mar:



Esa noche siguió diluviando y estábamos hechos polvos por las 18 horas de bus, así que no fuimos a ver nada del carnaval y nos fuimos a dormir prontito, ya que por la mañana teníamos que madrugar bastante para ir con nuestro couchsurfer a ver una cascada en “el lado desconocido de Florianópolis”, la zona donde no va ningún turista. Todo el mundo relaciona Floripa con playas, y nadie sabe ni si quiera que también hay mucha selva…Y nosotros la descubrimos PERO BIEN, ya veréis cuando sigáis leyendo…

Resulta que Mario se hace llamar  “el montañista descalzo”, dedicándose a hacer trekkings por las rocas de las playas, por la montaña o por la selva totalmente descalzo y casi desnudo, solo lleva un bañador muy corto. Nos dijo de ir a hacer lo de las rocas pero le dijimos que Jordi acababa de salir de un esguince y preferíamos algo más fácil y sencillo; por lo que nos propuso ir a ver una cascada que estaba cerca y no sería mucho rato. Cogimos un litro de agua para los tres, tres plátanos y el repelente de mosquitos (por si acaso). Empezamos a caminar y en media hora ya habíamos llegado a la cascada, que estaba al inicio de la selva, muy bonita:



Le dijimos de bañarnos y nos dijo que había otra más arriba aun más bonita, que si queríamos nos llevaba. Como no estábamos nada cansados le dijimos que sí, pero ésta cascada ya se hizo desear. El paseo consistió en ir andando por dentro del riachuelo, pisando las rocas, con el agua por las rodillas y a veces por la cintura, por lo que íbamos ya en bañador y nosotros sí, con las sandalias puestas. 

De vez en cuando venía una pequeña cascada y teníamos que escalar las rocas para seguir el camino, pues estábamos andando en contra del agua. Tenía momentos complicados pero la selva era tan bonita, con tanta vegetación, flores bonitas, mariposas gigantes… que veíamos bien seguir un poco más. Pero la cosa cada vez se iba complicando más, a veces había que subir con el agua cayendo encima de la cara, cubrir la mochila con la bolsa impermeable, el miedo de caerse…aunque a Mario se le veía muy conocedor del entorno: nos mostraba todos los animales, sabía cómo usar cada parte del cuerpo para escalar, caminaba despacio y con un palo iba apartando las telarañas y las serpientes que podían haber por el agua, hablaba con los animales, los seres del bosque y pedía permiso y daba las gracias hasta a las piedras…Vamos que habíamos dado con el Frank de la jungla brasilero. 

Este tipo de rocas y cascadas teníamos que escalar

Pajaritos recién nacidos

Por estas aguas íbamos caminando y con un palo "indicando" a las posibles serpientes de agua que íbamos a pasar.

Yo empezaba a tener bastantes picadas (pues aunque llevara Relec entre el sudor y el agua poco hacía), estaba cansada, había visto la serpiente en el agua justo por donde íbamos a pisar, no quedaban plátanos, no quedaba agua…Llevábamos ya más de 3 horas cascada arriba con la excusa de ver el nacimiento de la cascada. Yo quería volver ya, pero hacer el camino a la inversa volvían a ser 3 horas y tener que bajar las rocas que escalamos no me hacía ninguna gracia. Y el camino cada vez era más cerrado, ya sólo había el riachuelo cuesta arriba rodeado de ramas y vegetación de tal manera que hacía como un túnel donde teníamos que ir agachados. Mario decía que un poquito más para adelante había un camino normal para volver caminando por la montaña y no por la selva. No me quedaba más escapatoria que creer en él, pero para mi empezaba a ser todo un poco claustrofóbico el verme allí sin salida, ni agua ni comida. Lo de las serpientes y las arañas gigantes para mi ya era lo de menos, confiaba en la naturaleza. Además Mario nos estaba agotando por su carácter “sabelotodo” y prepotente y por hacernos sentir inferiores y hasta hacer un poco de burla cuando nos costaba escalar algunas rocas o cuando nos poníamos Relec o nos cubríamos del sol. Pero dependíamos de él. Lo de que faltaba “poquito” se convirtió en dos horas más hasta el nacimiento de la cascada, que como era nacimiento del interior de la tierra no era más que ver un charco; y de allí tenía que encontrar el camino para volver por la montaña, del cual ni él mismo tenía ni idea, así que cogió un palo y nos pusimos a caminar cuesta arriba por una ladera empinadísima donde hasta nos costaba mantener el equilibrio, dando palazos para romper toda la maleza que había y abrir camino. Encima había árboles con corteza punzantes, y cada vez que nos queríamos agarrar a un árbol por no caernos nos pinchábamos en la palma de las manos. Llegamos hasta la cima de la montaña y tampoco sabía el camino, así que Mario se subió en unos árboles para divisar la posible ruta entre la maleza:


Desde allí al menos divisamos la ciudad, así de altos estábamos y todo ese trozo nos quedaba:


Quemados por el sol y llenos de picadas empezamos a seguirlo por el camino que había divisado, que era un camino de 20 cm de ancho con la maleza a los lados que sobrepasaba nuestras cabezas y llena de zarzas; así que como tampoco nos había avisado de nada de esto, íbamos en manga corta, pantalón corto y sandalias, de manera que nos iban arañando todas las zarzas, pero ya nos daba igual, habíamos salido de la cascada después de 5 horas y sólo queríamos llegar. Después este camino se convirtió en una especia de bosque-selva (un rainforest) muy bonito, y mientras caminábamos empezaron a subir por nuestras piernas centenares de hormigas rojas gigantes que mordían como locas, por más que intentamos quitarlas a manotazos no dejaban de morder y aunque corríamos había por todo el camino…El dolor era intenso y Mario nos estaba esperando sentado en una roca señalándonos con el dedo y riéndose a más no poder. Aquí me superó y me puse a explicarle todo lo que pensaba (pero llorando ya): que era un inconsciente por meternos en esto sin conocernos, que nos había mentido diciendo que era “un paseo a una cascada”, que debe advertir a la gente de a dónde van, de cuántas horas, de coger más agua y más comida, que parecía que disfrutara con el sufrimiento ajeno, que no se debía reir porque llevemos sandalias y usemos repelente de mosquitos o protector solar, que no todos somos como él… Y no sé cuántas más…Evidentemente mi desesperación, dolor, hambre, sed y cansancio hizo que no se lo dijera de una manera tranquila y sosegada; así que Jordi intermediaba y Mario se excusaba. 

Seguimos hablando y quedamos en que cada uno tenía algo aprender de todo esto que estábamos viviendo. Y seguir caminando. Aún fueron como 2 o 3 horas más (8 horas de salvaje trekking en total y sin previo aviso), y se me subió una araña que hay en la selva que es de las más grandes que hemos visto (después de la tarántula) a rayas amarillas. Yo no sabía qué era y le pregunté a Jordi que si tenía algo en la cabeza mientras le pegaba un manotazo, de ahí me cayó en la cara y de ahí al pie… Por suerte yo no la vi, aunque vi la cara de pánico de Jordi y  me dijo luego lo que era. En el momento yo no noté que me picara, pero no sabemos si fue por esta araña, por las hormigas gigantes o por otra cosa, que por la noche me picaban muchísimo los pies y al día siguiente se me fueron inchando, sobre todo uno, y se me hicieron bullofas en algunas partes de los pies.

Mi pie como un botijo

Con Mario acabamos como amigos y teniendo la experiencia más dura y diferente de couchsurfing hasta el momento; ah! Y conociendo demasiado bien "el lado más desconocido de Florianópolis".  Otra anécdota para los nietos!!

Al día siguiente nos fuimos de allí corriendo hacia la casa del otro couchsurfer, donde ahí sí que fue encontrarnos como en casa!! Eran una pareja de nuestra edad con un bebé que estaban acogiendo a otra pareja de holandeses un poco más mayores; así que éramos 3 parejas bien avenidas charlando sin parar y cocinando platos típicos de cada uno de los países. Y además nos dieron total confianza para estar en su casa con los pies en alto, Jordi porque volvía a tener algo de dolor en su esguince y yo tomando antihistamínicos y untando cremas para que me bajara la hinchazón y el picor. Aunque como diluviaba todos nos hacían compañía.



La segunda noche con ellos, y cuarta el Florianópolis, a pesar de mi pie y del diluvio, decidimos que había que vivir algo del carnaval, así que nos fuimos todos a una rúa donde los hombres debían ir vestidos de mujeres. Allí estas ruas o comparsas se llaman “Blocos”, que son una organización de gente que llevan un camión (o no) y ponen o tocan música, y el público los sigue. Hay blocos más famosos que otros, y este es de los más populares, así que estaban todas las calles llenas de gente, música en los coches, en altavoces, en cualquier esquina. Y todos parecíamos mujeres, pues las mujeres iban de mujeres y los hombres también. Alucinamos con la locura de la fiesta: todo el mundo bebe muchísimo, cosa que no nos asusta teniendo en cuenta el país en que vivimos, y las fiestas son muy inseguras y muy sexualizadas. Estas dos últimas cosas son las que más nos chocaron. Por el tema de la inseguridad todo el mundo sale sin móvil ni bolso ni cartera; así que salimos con el dinero justo en el bolsillo, y por este motivo no hay fotos de ninguna fiesta de carnaval en Brasil (lo siento, pero no queríamos llamar a los ladrones!!). De hecho, Jordi notó como en medio de todo el gentío un chico le metía la mano en el bolsillo, pero como no llevaba nada Jordi lo dejó pasar como si no se hubiera dado cuenta. Y el tema de la sexualidad lo vimos muy acentuado; habíamos oído historias de que en carnaval muchas parejas en Brasil  es cuando se dan permiso para ser infiel a su pareja, y parece que es verdad. De repente unos chicos están bailando y se cruzan unas chicas con ellos y las atraen hacia sí de un tirón y las empiezan a besar. A veces las chicas se apartan, pero muchas veces vimos que se quedaban, y cuando acaban al cabo del rato se van y empiezan con otro/a y no se han dicho ni “buenas noches” (del nombre ya ni hablemos). Y la manera de bailar y de vestir también es muy sexual, así como muy "reggeatonera". Pero la fiesta estuvo divertidísima, íbamos de un lado a otro bailando con cada música y debajo de la lluvia…que nos acabó venciendo por el frío y nos fuimos a casa a las 12 de la noche con la sensación de que eran las 5 de la madrugada (será que nos estamos haciendo mayores??)


Lo pasamos genial con este grupo, son muy divertidos y encima les encanta comer tanto como a nosotros; así que nos llevaron al sur de Florianópolis, zona famosa por sus Ostras. Yo creo que nunca las había probado y la verdad es que me encantaron. Además, en este lugar, aparte de servirlas crudas como es normal, también las cocinan de muchas maneras diferentes. No sabíamos que se podían comer ostras con bechamel, ostras rebozadas, con vinagreta, con ajo y perejil…Y con caipirinha, claro! Nos pusimos finos!!




Y de aquí nuestro couchsurfer nos quiso llevar con su coche al aeropuerto, pues volábamos  a Río de Janeiro!!! Esta experiencia de couchsurfing también fue genial y los esperamos en Barcelona algún día!!

Todo el mundo sabe que los vuelos en Sudamérica son muy caros y que por eso la mayoría de gente viaja en bus, pero no hay que dejar de probar suerte!! Aún siendo en las fechas de carnaval, encontramos un vuelo de Florianópolis a Río por 80 euros, y el bus ya costaba unos 100 euros, pues eran 18 horas más de trayecto. En teoría habríamos llegado en una hora a Río de Janeiro, pero cuando estábamos a punto de aterrizar el avión se tuvo que dar la vuelta y aterrizar en Sao Paulo porque estaba cayendo un diluvio en Río de Janeiro y habían cerrado el aeropuerto.  Al llegar a Sao Paulo deciden que esperemos todos metidos en el avión a ver si lo abrían y podíamos despegar de nuevo, pero cuando pasó una hora o así abrieron el de Río de Janeiro pero cerraron el de Sao Paulo porque ahora teníamos el diluvio encima nuestro. Parece que la lluvia nos perseguía desde Florianópolis… Cuando pasaron unas 3 horas dijeron de despegar y yo pasé bastante miedo, ya que seguía lloviendo muchísimo, la pista estaba encharcada y cruzamos volando toda la tormenta, con lo que el avión se movió mucho. Pero llegamos a Río de Janeiro a las tantas de la madrugada, por lo que cogimos un taxi (ya no habían buses) hasta nuestra casa… Como lo oís!! Nuestra casa!! Resulta que un amigo mío (David de Tenerife)  que vive en Brasil desde hace unos 4 o 5 años nos ayudó a buscar alojamiento, y aunque resultó difícil porque todo el mundo o tenía la casa llena o se iban de vacaciones, encontró a una amiga suya que se iba una semana a Fernando de Noronha (una isla al norte de Brasil) y necesitaba a alguien que cuidara de su mascota. Así que vino que ni pintado!! Justo se fue el día que llegábamos y nos dejó todas las instrucciones para llegar a su casa y cuidar a la mascota. No estábamos en el centro de Río de Janeiro, pero estábamos en “Barra da Tijuca” que es lo que sería el Beberly Hills de Río de Janeiro. Todo son apartamentos con piscina, pistas de tenis, gimnasio y delante una de las mejores playas de Río. Y estábamos a media hora de transporte público del centro. Nos vino muy bien porque siendo el desmadre que es carnaval también se agradece estar en una zona tranquila y sumarte al follón sólo cuando te apetezca. El piso era precioso y la mascota era un tipo de loro más pequeño que podía salir de la jaula cuando quisiera y al final se acabó haciendo nuestro amigo.


Río de Janeiro nos pareció una ciudad súper diferente a todo lo que habíamos visto hasta ahora. Diríamos que la definen las siguientes características:
          -Es una ciudad en medio de la selva, lo cual hace que esté llena de exuberante vegetación y pájaros de muchísimas clases.
         -La cartografía de Río es rarísima: está llena de cerros bastante altos y verdes unidos por playas, que dividen la ciudad en varias zonas, pareciendo que sean varias ciudades y no sólo una. Esto hace que el turista tarde un poco en aprender a moverse por ella sin perderse y de manera efectiva.
          -La convivencia de la riqueza y la pobreza es total: al lado del hotel Hilton hay una fabela, por poner un ejemplo; o una fabela y un barrio lleno de mansiones puede estar pegado.
          -Se respira un ambiente super playero. Todo el mundo va en traje de baño todo el día o con poca ropa, y entre esto y su clima caluroso hace que todo el mundo enseñe bastante el cuerpo, por lo cual hay mucho culto al cuerpo y se ve mucha gente practicando deporte o que se han realizado cirugías estéticas. Aunque hay que señalar que en general no tienen ningún complejo y el que no tiene un cuerpo perfecto también lo enseña bien orgulloso/a.
          -La gente de Río es muy sociable y abierta de manera que en seguida establecen conversación. Se ve una ciudad FELIZ.


Flores raras, bonitas y silvestres en medio de la ciudad. 

Fabela y barrio rico

Uno de los días de nuestra estancia allí, nos enteramos de casualidad que estaba también en Río de Janeiro un mago que conocimos en el festival de arte en la calle de Edimburgo justo antes de empezar nuestro gran viaje. Quedamos con él y fuimos a recogerlo a su “hostel” que no era otro que una habitación en Fabela Rosinha, que es una de las favelas más famosas y visitadas de Río. Mientras estés en la parte externa de la fabela y donde están los policías (hay mucha vigilancia) no pasa nada, pero nos dijeron que a la que te adentras un poco más ya te pueden venir niños que no levantan 4 palmos del suelo con una pistola en la mano apuntándonte y preguntando que qué haces aquí. El tema de la inseguridad en Brasil es muy pero que muy peliagudo. De hecho, el couchsurfer “montañero descalzo” nos contó que incluso su tía, que es una maestra, lleva una pistola en el coche y que cuando deja a su hija en casa, si hay alguien por allí, da otra vuelta con el coche  y ya se prepara el arma en la mano.  Y en los días de carnaval, que hay tanto desfase, no se paraba de oir noticias de tiroteos en barrios marginales o fiestas, aunque siempre son cosas entre los propios brasileños; nosotros no tuvimos ningún problema. Pero eso sí, mejor vestir sencillo, sin llevar móvil, ni cámara, ni cartera a la vista. Y nosotros ya por precavidos no llevábamos nada de eso directamente, sólo el dinero que pensábamos gastar escondido en el sujetador, como las abuelas.

Con nuestro amigo Alejandro (argentino) en su "hostel" en fabela Rosinha... Vaya vistas!

Con Alejandro nos fuimos de fiesta a la famosa playa de Copacabana e Ipanema para ver uno de los blocos más famosos, capaz de reunir a más de 100.000 personas. Son un grupo que van tocando música tradicional Carioca (de Río de Janeiro) a la vez que van caminando y la gente los va siguiendo cantando y bailando. Nosotros allí que nos metimos como 3 brasileiros más, y se te contagia la alegría carioca y las ganas de bailar. Lo que llega un momento de agobio ya que cada vez estás más apretado, sudando con el calor y la humedad sofocante de Río, y ya decides salir del gentío. A partir de aquí se encuentra algún altavoz en la playa para bailar, pero vimos que hay muy poca fiesta para tanta gente con ganas de fiesta. Deberían poner algún escenario con conciertos o algún Dj, ya que además en Río no es como en Floripa que permiten a cada uno poner sus altavoces y crear pequeñas fiestas alternativas; en Río está todo mucho más controlado. Entonces lo que pasa es que hay muchísimos jóvenes bebidos y sin nada que hacer, cosa que incita a que acaben habiendo muchas peleas. 
Nosotros lo pasamos muy bien tomando la riquísima bebida de caipirinha de maracuyá (cuántas ricas frutas hay en Brasil!!) y nos fuimos a casa para variar sobre la media noche, así que no vimos en qué acabó tanta energía desbordada sin un lugar donde canalizarse.

Lo típico a hacer en Río, aparte de ir a las playas y barrios de Copacabana, Ipanema y Barra de Tijuca, es subir al “Pan de azúcar” para ver las vistas de Río y subir al famoso “Cristo Redentor”. Así que estuvimos esperando a tener un buen día, ya que casi todos estuvo muy nublado o lloviendo y recomiendan subir un día despejado para tener buenas vistas. Pero ese día no llegaba, por lo que uno de los últimos días decidimos hacer estas “excursiones” igualmente. Fuimos al “Pan de azúcar” por la mañana, que consta de dos cerros bastante altos a los que se sube en telecabina. La subida es bastante impactante a medida que vas ganando altura porque las vistas son cada vez más impresionantes; aunque las fotos no lo demuestren mucho por la neblina que había. Desde aquí nos pudimos hacer más o menos una idea del original y complicado mapa de Río de Janeiro, a qué nunca habíais visto una ciudad así??






Esas horas estuvimos a unos 40 grados, así que entre esto, la humedad y el paseo nos sentíamos agotados. Sólo teníamos fuerzas de buscar la playa y no de ir al “Cristo Redentor”, pues ya llegar hasta allí hubiera sido una aventura. Sinceramente no nos apeteció ir por el agobio del calor y por el dinero; ya que el pan de azúcar son 20 euros por cabeza, y el Cristo Redentor aún sale más caro, así que dejarnos unos 100 euros entre los dos en un día sólo en visitar esos dos sitios nos pareció fuera del presupuesto de nuestro viaje y unos precios bastante abusivos. Así pues, nos fuimos tan contentos a bañarnos a la playa y al Cristo le hicimos una foto desde lejos:


Esa noche llegó nuestra anfitriona, Mónica (francesa), y su amiga que la había venido a visitar desde Francia, y les preparamos una cena a la española: tortilla de patatas, vino, gazpacho y hasta calamares a la romana.



Mónica también nos llevó a ver unas playas bastante espectaculares de Río, aunque el agua del mar nunca me gustó, ya que tiene un fuerte oleaje y es muy movido; y a comer a un tradicional restaurante de un barrio muy turístico de Río, donde comimos deliciosos productos de la tierra como este palmito natural:






Y la última noche, que también la pasamos con ellas, fue por todo lo alto, ni más ni menos que en el SAMBÓDROMO DE RÍO DE JANEIRO!!! No os lo perdáis, sólo el sambódromo merece una mención especial…EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO!!








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