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Desde que llegamos a Nepal, estábamos con la duda de si ir a hacer un trekking o no hacerlo. Nos tiraba hacia el no el tema del dinero, del frío y de que yo nunca había hecho algo de similares características; pero luego también pensábamos que estar en Nepal y no hacerlo...casi todos los turistas que vienen a Nepal vienen para esto, para caminar por el Himalaya y ver las montañas más altas del mundo. Sabíamos que habían refugios muy seguidos, así que decidimos hacerlo y parar si sentíamos que debíamos hacerlo. Cogimos en A.B.C (Annapurna Base Camp), un trekking que dura de 7 a 10 días y que subes a 4.200 metros de altura y llegas a estar rodeado de montañas de 8000 metros.
Alquilamos un abrigo bueno, un saco para dormir a -20º, botas de montaña y palos. El camino no era peligroso, pero era duro. Todo el tiempo subíamos o bajábamos (a la ida más subidas que bajadas), teníamos que cruzar varias montañas.
Así de contentos estábamos el primer día que solo caminamos 5 horitas. El camino constaba de muchos escalones y a más altura costaba un poco más respirar. El paisaje era precioso y ver las vidas de la gente que vive en esas montañas es alucinante, viven casi solos....No pueden circular ni casi animales, así que todo es cargado por la gente de allí colgado de sus cabezas...
La de atrás es la montaña a donde debiamos llegar!!
Aunque se puede ir con porteador (los que cargan las mochilas), decidimos prescindir primero por el dinero, luego porque preferimos ir solos y luego porque por nuestra manera de ser nos sentimos incómodos teniendo a alguien cargando con dos mochilas a la vez mientras nosotros no cargamos nada...Así que lo tomamos como un buen ejercicio de hacer la mochila lo menos pesada posible y cargamos con ellas, y en el hotel de Pokhara (el pueblo de donde partimos al trekking) nos guardaron todo lo que no necesitábamos. El clima durante el día era bueno, pero a pàrtir de las 5 anochecía y hacía muuuuucho frío. Los refugios no están preparados para el frío, son abiertos y sin hogueras ni estufas, los lavabos son compartidos y están fuera de la habitación, y nunca tenían agua caliente. Teníamos que estar súper abrigados y era incómodo estar allí, por lo que no recomendamos hacer el trekking en estos meses del año. Dentro del saco se estaba bien, así que a las 8 de la noche íabmos a dormir y a las 6-7 de la mañana ya estábamos deseando salir. El frío e incomodidad también hace que el trekking se haga más rápido, porque en los refugios no se está bien.
Yo pasé algún momento chungo: "No puedo más, me duelen las rodillas, casi me dan rampas al dormir, esto es demasiado para mí, tendríamos que haber hecho algo más corto, yo me quedo en el próximo refugio y te espero a que vuelvas..." Y el pobre Cambras aguantando todas mis teorías... Y diciéndome que "claro, es que esos dos palillitos como van a poder tirar de la croquetilla y el pesol enclastat..." (dice que tengo cara de pesol -guisante-) Estas eran nuestras caras:
Pero al final, el Cambras que ya me conoce, me sentó a comer súper bien, y me vino la fuerza. Caminamos 8-9 horas ese día y te acabas dando cuenta que todo es muy mental, porque a partir de ese cambio de chip lo pude hacer perfectamente. El paisaje fue pasando de un bosque frondoso y lleno de monos a la vegetación escasa, el frío y el hielo.
Una cascada helada, era muy impactante oir el ruido cuando de repente se desplomaba un trozo de hielo:
El último trozo ya estábamos muy altos en la montaña, tanto que andábamos en medio de las nubes, lo cual me dio un poco de miedo porque no veíamos casi nada ni para adelante ni para atrás, aunque por suerte solo era media horita.
Pero lo más difícil es que cuando llegas al ABC, te sientes que lo has conseguido, que llegaste a la meta, pero no!!Todavía queda la vuelta!! Que es subir y bajar montañas otra vez y desandar todo lo andado. Nosotros subimos en 4 días y pensábamos bajar en 3. Yo no me podía creer que hubiese hecho ese trekking, que hubiera subido a 4200 metros!!Era el 1º de mi vida, estábamos en la cima del mundo, en las montañas más altas!! Y os tengo que confesar que este fue mi truquito, antes de dormir un ibuprofeno y un poco de bálsamo del tigre:
Una vez allí, el frío era insoportable, pero las vistas eran espectaculares. Estábamos rodeados de montañas gigantes!! Y esta fotógrafa que veis, llevaba 1 semana durmiendo (sufriendo!!) en ese refugio esperando a la suerte para tomar la foto del Annapurna con la luz del atardecer y sin nubes por en medio, y justo fue el día que llegamos nosotros, así que tenemos estas geniales fotos:
Ya estábamos más que mentalizados que aun quedaba la vuelta, cuando la vida nos vinculó con Bocha y el viaje dio un giro inesperado.
Estábamos en la 3ª tarde
del trekking cuando desde la habitación Jordi dijo: “Mira, acaba de llegar un
barbas montañero en camiseta de tirantes”. Y miré, y ese era Bocha, un chico
alto y fuerte con pintas de deportista. Fuimos al comedor donde nos juntábamos
todos los caminantes y allí lo conocimos: “Yo soy Juan Pablo, Bocha para los
amigos. Soy de Uruguay, español al fin y al cabo”. Y ahí estábamos contentos
los 3 por poder hablar castellano, así que la conversación fluyó durante unas
horas. Hablamos de viajes, y Bocha se mostraba muy curioso sobre nuestro viaje
y nuestra experiencia en India, pues era su siguiente destino. Él nos contó que
fue con unos amigos a trabajar a Nueva Zelanda, que hizo unas vacaciones con
ellos y que cuando todos volvieron a Uruguay, él decidió seguir viajando solo con
el dinero que había ganado. Llevaba casi un año viajando y nos repitió en
varias ocasiones que este estaba siendo el mejor año de su vida, que de todo lo
que le pasaba aprendía. Después nos
apuntó los lugares de Katmandú que valía la pena visitar, y acabó la noche con
Jordi haciendo algo de magia, porque Bocha todo curioso le pidió que quería ver
magia.
A la mañana siguiente nos vimos en el desayuno y Bocha tosía un poco y decía que le molestaba la garganta. A nadie nos extrañó porque en el trekking el frío es insoportable durante la noche, y Bocha, por la inconsciencia que caracteriza a un chaval de 21 años, había decidido hacer el trekking sin alquilar un buen abrigo y un buen saco de dormir. Durmió con dos mantas que le dejaron en el refugio, así que todos pensamos que había cogido frío durante la noche. Ese día quedaba el último trozo del trekking, casi 1 000 metros de desnivel para llegar a los 4130 metros de altura. Coincidimos algún trozo del camino, le hicimos alguna foto con su bandera del Nacional, enamorado incondicional de su equipo de fútbol, porque eso sí, saco de dormir no llevaría porque pesa en la mochila, pero la bandera de su equipo que no falte.
Comimos juntos en el
penúltimo refugio, y para variar él se tomó una sopa de noodles de estas de
sobre por ser la comida más barata. Jordi le intentó reprender explicándole que
estaba gastando mucha energía y que debería comer mejor, que él había viajado
con la misma edad haciendo lo mismo (ahorrando en cosas mínimas pero
necesarias), y yo le dije que se relajara y se diera algún lujo, que al fin y
al cabo son unas vacaciones…Y él siempre respondía con que él es un mochilero,
y que vacaciones eran las que hizo con sus amigos, que esto era EL VIAJE!! En
Bocha se reflejaba esa ansia por comerse el mundo propia de un chaval de su
edad lleno de energía. Decidió ir tirando él sólo hacia la meta, porque si nos
esperaba se iba a enfriar, nos dijo. También nos decía que le estaba resultando
duro, pero que la música de su ipod le ayudaba, y que su estrategia era la misma
que la del protagonista de la película “Viven”: “mi próximo objetivo es llegar
hasta esa roca, y así sucesivamente”. Nosotros salimos 20 minutos más tarde y
cuando llegamos al refugio de los 4200 metros, el Annapurna Base Camp, allí
estaba Bocha, que hacía rato ya estaba allí, así que había subido el último
trozo demasiado rápido. Durante todo ese día sí que lo vimos muy eufórico, sin
saber que el mal de altura también causa euforia al faltar el oxígeno.
En el refugio estaba
echado encima de la mesa, cansado, pero no fue nada extraño porque todos
estábamos igual. Lo que sí se le oía la tos más agarrada al pecho y estaba muy
callado, lo cual era extraño para lo hablador que él es. Le convencimos para
que cenara bien esa noche y Jordi le puso su abrigo. Durmió en el comedor con
la gente local porque allí había una pequeña estufa y estaría más caliente.
Todos pensamos que era un resfriado, cuando a las 5’30 de la madrugada nos
despertó el responsable del refugio y nos dijo que nuestro amigo no les había dejado
dormir en toda la noche, que había tenido pesadillas, hablaba, lloraba,
tosía…Este hombre ya había detectado que podía ser mal de altura y había
llamado al helicóptero. Bocha seguía con la cabeza apoyada en la mesa, tapado,
y nos iba dando los datos que le pedíamos para llamar a su seguro, teléfono de
la familia, etc. Aunque nosotros estábamos ya preparados para emprender la
vuelta del trekking, pensamos que cómo lo íbamos a dejar solo…Tenía fiebre,
viaja sólo, tiene 21 añitos…”Vamos con él si nos dejan”, nos dijimos. El piloto
sí que nos dejó, así que fuimos con Bocha hacia el helicóptero bromeando y
riéndonos todos juntos de que esta era la aventura que nos faltaba…volar en
helicóptero!! Bocha fue agradeciendo a toda la gente y pidiendo que le hiciéramos
fotos con su cámara para tener el recuerdo de esta aventura. Tenía fiebre,
tosía, y se ahogaba un poco al hablar, pero él seguía sin perder su buen humor.
Al llegar a Pokhara ya
lo estabilizaron y lo cambiaron de hospital. Nosotros no podíamos dejar de
alucinar…Teníamos que pagar en una cajera cualquier cosa antes de que le
hicieran nada, comprar las medicinas, jeringuillas, suero, etc en una farmacia
del hospital y llevarlo corriendo a los médicos, tampoco les dan comida así que
se la teníamos que comprar y llevar, en la línea nepalí de aceptar el frío como
algo más en la vida, los doctores, enfermeras y pacientes iban vestidos con la
ropa de la calle, abrigo, gorro y bufanda puesta, palomas dentro del hospital…
Acabará así nuestra sanidad??Me preguntaba yo…
Allí estaba Bocha en la UCI y durante esos 2 días nosotros lo íbamos a visitar en los horarios que se podía y a llevarle comida. Nos dieron a entender que estaba fuera de peligro, aunque era una cosa seria, y él en aquella deprimente sala, con su simpatía y su tartamudez, creó su ambiente. Enseñó a los 4 abuelos que compartían sala con él a levantar el dedo pulgar en señal de OK (gesto no común en Nepal), y cada vez que entrábamos todos los abuelos nos saludaban levantando el pulgar.
Nos explicó sobre su
familia, que ellos eran 4 hijos, él era el 3º, y que él solo quería tener 2
hijos, pues no pensaba tener una carrera de mucho dinero, nos comentó. Habló un
poco con su familia y les envió esta foto diciendo “Un beso a toda la familia.
El 20 nos gozamos. Elbo”.
Estaba muy agradecido porque estábamos con él, así que arreglamos
que nos devolvería el favor con un buen asado cuando llegáramos a Uruguay en
nuestro viaje. Por lo que parecía, ya estaba teniendo un viaje algo
accidentado, nos contó sus peripecias y nos dijo “si este viaje no me ha matado
ya, no lo va a hacer ahora…”, “Ahora estoy así, pero los 4000 me los
llevé!!”….En ningún momento ni él ni nosotros pensamos en el final que nuestro
amigo tuvo.
A la mañana siguiente,
fuimos muy temprano para hablar con el doctor, y encontramos a un Bocha que no
era él, era totalmente inconsciente de lo que hacía, se había arrancado todos
los cables, y gritaba “ya se acabó la joda!Ya la entendí! Vámonos!” y se quería
escapar del hospital. Al vernos se alegró y tranquilizó, y el doctor nos dijo
que lo tenían que sedar para ponerle un respirador artificial, pues el oxígeno
en sangre le había bajado demasiado, y que lo debían trasladar a un hospital
mejor en Katmandú, en helicóptero de nuevo. Le calmamos, le hicimos entrar en
razón, le explicamos que su madre y hermano estaban en camino, y Jordi hasta le
cantó una canción de cuna…Así lo durmieron y se lo llevaron a Katmandú.
Cogimos un vuelo de
emergencia para llegar cuanto antes con Bocha, por si se despertaba que nos
viera allí…Pero ni nos imaginamos que esa había sido la última vez que lo
veríamos consciente. Su corazón iba muy acelerado, y tenía poco oxígeno en
sangre, edema pulmonar, neumotórax, estaba con sondas y tubos por todas
partes…Tuvo alguna mejora y algunos bajones en esas horas…La información de los
doctores siempre era que estaba muy crítico, pero que confiáramos que era un
cuerpo de 21 años, un tío grande y fuerte…Así que la esperanza estaba ahí.
Sin saber cómo, nos
vimos totalmente vinculados con Bocha, sentíamos que lo que le estaba pasando a
él podría habernos pasado a cualquiera de nosotros, y además los viajeros ya
nos sentimos unidos de por sí, pues estamos en esta situación de estar alejados
de nuestros seres queridos. Sentíamos que su familia podía ser la nuestra…
Así recibimos a Madelón
(su mamá) y a Hugo (su hermano mayor) intentando facilitarles su estancia en
este país tan desconocido como si fueran nuestra familia. Sabíamos que se
llevarían un duro golpe al ver a Bocha así…
Al día siguiente de
llegar ellos, la salud de Bocha empeoró, estaba casi sin oxígeno, tuvo un paro
cardíaco, el corazón le iba dando saltos, y al intentarle poner un marcapasos,
Bocha decidió partir de este mundo. No lo podíamos creer, justo le acababa de
decir a Jordi: “tengo unas ganas de que se recupere y pegarle unas
collejas…!!”.
Vivimos el episodio más
duro de nuestras vidas, ver a una madre perder a su hijo y a un hermano perder
a su hermano. Ver a esa mamá estirada en la cama del hospital con su hijo,
llorando y explicando historias divertidas a su vez…Es una imagen que nunca podremos
borrar. Compartir ese dolor nos ha vinculado de por vida.
A partir de aquí aun se
tuvieron que tomar muchas decisiones, llamadas, el seguro, la embajada…Cómo se
tuvieron que ir sobreponiendo a la situación Madelón y Hugo es algo que nunca
nadie se puede ni llegar a imaginar. Y soportar la dureza de vivir todo esto
alejados de la familia…qué fuerza y valentía!
Después de todo se decidió cremarlo, pues su traslado sería más sencillo y rápido, y le designaron un templo budista muy importante en Nepal: “The monkey temple”. Lo más increíble de todo es que en la lista que Bocha nos hizo de lugares a visitar, nos recomendó el Monkey Temple y nos dijo que era el único lugar que le faltaba por ver. Este crematorio es lo más alejado a nuestra cultura, pero fue al más puro estilo Bocha, al aire libre, dándole el sol, con música de fondo de unos monjes budistas, monos alrededor…Como decía su mamá: “solo Bocha nos podía hacer vivir algo así!”.
En Nepal, así como en
India, tienen otra manera de tratar la muerte. En nuestra cultura hay
profesionales que lo hacen todo: trasladar el cuerpo, incinerarlo, enterrarlo…mientras
nosotros miramos para otro lado compartiendo el dolor. Aquí es la familia la
que debe hacerlo todo, así que fue entre el Cambras y su hermano que llevaron a
Bocha a la morgue, lo recogieron al día siguiente y lo metieron en el coche para
llevarlo a la cremación. Estas cremaciones se hacen a la vista, es la familia
la que pone el cuerpo, le prende fuego, y se quedan las 4-5 horas que tarda
acompañando alrededor. Para nosotros es algo super chocante, así que su mamá y
su hermano se alejaron mientras hacíamos esto, y volvieron cuando ya el cuerpo
de Bocha no se veía. Su familia es muy creyente en la religión cristiana, y era
increíble ver como su mamá aun sacó fuerzas para preguntar a los nepalís de
alrededor sobre este ritual y poder comprender que lo que le estábamos haciendo
a Bocha era totalmente respetuoso. En esta cultura creen en la reencarnación, y
en el cuerpo como algo material que hace de vehículo de nuestra alma, así que
el cuerpo que se está quemando ya no es la persona, esa persona ya está en otro
lugar y en otro tiempo, y el cuerpo a través del fuego pasa a ser naturaleza
otra vez junto con la leña del árbol, porque al final eso es lo que somos. Ver a esa mamá rezándole y cantándole una
canción mientras se cremaba tampoco lo podremos olvidar.
Es curioso cómo la vida
nos hizo coincidir con Bocha y tener que vivir todo esto…Y cómo el compartir
ese dolor tan profundo y sincero, el hacer todas esas confesiones con una
familia que acabábamos de conocer nos ha unido para siempre.
Sabemos que ahora
Madelón, Hugo, Sofía, Huguito, Juan Pablo y Milagros son como parte de nuestra
familia, y pasaremos por Uruguay a comer el asado prometido!!
Ahora nos encontramos recuperando
la energía y la ilusión por viajar, pues todo lo acontecido también nos removió
bastante por ver que en los viajes no todo es bonito, que tenemos que llevar
mucho cuidado y valorar la salud por encima de todo… En este mismo momento estamos
escribiendo este papel en la terraza del hotel en el que se hospedó Bocha en Katmandú
y que tanto nos recomendó. El ambiente es agradable, jóvenes de todo el mundo
compartiendo experiencias vividas, mochileros como diría él. No es difícil
imaginarlo contando sus aventuras en este tejado de Katmandú, con toda su
simpatía y su tartamudez. Miramos para atrás y no podemos acabar de creer todo
lo acontecido en los últimos días. De hecho nunca nos planteamos si estábamos
preparados para asimilar una experiencia como esta. Lo que os podemos asegurar es
que ha sido una enseñanza, como dijo Bocha “no estamos de vacaciones, sino
viajando para aprender”. Y os prometemos que tanto Bocha como su familia nos
han dado una lección de humanidad. Nos hemos dado cuenta de que ustedes tienen
algo muy valioso, una familia unida, sensata y que se ha sabido equilibrar en
todo momento.
Como despedida, os dejaré un poema que escribió Bocha sobre los viajeros. Nos lo quiso decir en el hospital pero como se ahogaba un poco al hablar, no le dejamos, así que luego nos lo pasó su familia. Él quería ser periodista y escritor, ya veréis como para ser tan jovencito, no se le daba nada mal:
Si nunca más te veo
tené claro que de vos algo me llevo.
Puede ser una alegría,
una enseñanza,
pero con un recuerdo me alcanza.
Si los caminos nos desencuentran, compañero
Te doy gracias por lo vivido,
así es la vida del viajero:
hoy compartimos, mañana sigo.
Todo va tan rápido,
todo es tan inmenso,
tan complejo, tan simple...
La roca seguirá siendo roca,
y el mar siempre tendrá agua,
al menos hasta que el sol se apague.
Pero lo demás se irá,
lo demás está de paso,
como el viajero que en el hostal frenará
estará solo por un rato.
No habrá tiempo ni espacio para enamorarse,
no se querrá sufrir el desengaño,
y aunque les gane el deseo al encontrarse,
luego tendrán que estrecharse la mano.
Le pasa en primera, me pasa en tercera,
en cada paso una vida,
tardes y noches fueron sinceras,
no hagamos de esto una despedida.
Pájaro que vuela con destino incierto,
no importa donde va,
importa que está yendo,
su viaje ya está siendo.
Mochila liviana que vos me vas llenando,
porque viajo solo pero contigo,
y aunque solo hasta acá viniste conmigo,
de algo podés estar seguro,
que me cambió un infinito.
Quedémonos por siempre
en un eterno presente,
eso es, en definitiva,
lo único existente.
De vos algo me llevo, eso, sabelo,
con un recuerdo me alcanza,
con solo un recuerdo me alcanza.
Hicieron su misa en Montevideo, que fue bastante humorística como a él le hubiera gustado, su equipo de fútbol del cual era tan forofo le hizo un homenaje, y tiraron algunas de sus cenizas en la cancha del estadio del Nacional, en el cuadro del que Bocha era hincha.
Bocha, te convertiste en
la estrella que nos acompañará en este viaje. Te dedicamos nuestra aventura
allá donde estés, VIAJERO COMPAÑERO!!
Con todo nuestro amor;
Noelia y Jordi.